jueves, 26 de julio de 2007

PRÓXIMAS INAUGURACIONES 27/07, 19 hs


1) PRÓXIMAS INAUGURACIONES 27/07, 19 hs
- INSIDE LAND
por Mercedes Cosci (instalación-objeto textil)
- LAS PRINCESAS VIVIRÁN, LAS TERRORISTAS MORIRÁN
por Lux Lindner (gentileza de Florencia B.M.)
- EL ARTE NUNCA ES GRATIS
por Jorge Porcel Peralta (instalación)


2) Ciclo de cine oriental y anime Calamar Radiactivo
A partir de las 19 hs en APPETITE
30 de Julio

- Capítulos de Samutai Champloo
Serie que narra las aventuras de dos samurais completamente opuestos, quienes juran a una chica encontrar al samurai que huele a girasoles.
- Kibakichi (Kibakichi Bakko Yokaiden) (97 min)
Director: Mugi Kamio
Un hombrelobo samurai, que recorre el mundo, se ve envuelto en medio de un pueblo de monstruos que se alimentan de piel humana.



3) CONVOCATORIA MUESTRA DE FANS
Material de FANS pueden acercarlo a APPETITE:
dibujos, collages, video, remeras, etc, cualquier cosa relacionada con la banda que te gusta y cómo todo eso se materializa. Es en octubre, esta muestra está destinada a fans, no importa si son o no artistas
http://www.appetite.com.ar/app/appetite_fans.html



4) CONVOCATORIA DE TANTO DESEO
Envia material a appetiteproyectos@gmail.com o acerca un CD a Chacabuco 551

martes, 10 de julio de 2007

Nota muestra Nicolás Mastracchio para revista La Mano junio 2007

Nicolás Mastracchio
“Oscuro objeto del deseo”


La instalación “Oscuro objeto del deseo” que Nicolás Mastracchio (1983) está exponiendo en la galería Appetite es un recorrido que invita al espectador a vivenciar la intensidad consumista del hombre actual, desde su infancia hasta la adultez. Mastracchio participó en 2 ediciones de Currículo 0 y acaba de mostrar sus fotos en la feria de arteBA. Laura Batkis atravesó la acumulación excesiva de imágenes y objetos de su instalación mientras el artista le contaba cómo pensó esta muestra donde la fatalidad pareciera ser una trampa del deseo extraviado en el anhelo del poder.


¿Cómo pensaste esta instalación “Oscuro objeto de deseo”?
“A partir del montaje de una biblioteca, una silla y un mueble. El mueble se cae y la silla blanca está como sosteniéndolo. Y esta fue la primera idea que tuve para la muestra, ese sutil equilibrio que apenas sostiene todo.”
Esta instalación es como un relato, con secuencias narrativas.
“Sí, es la vida de una misma persona desde que nace hasta los 40 años, describiendo cómo es a partir de los materiales que consume, en 4 espacios: niño, adolescente, universitario y adulto”

Una vez ingresada en la instalación está el cuarto del niño, que tiene entre 5 y 7 años. Es un día de juego.

“Traté de ponerme en ese momento de cuando yo tenía esa edad y jugaba un sábado a la mañana en mi casa antes de que todos se despertaran, y la pasaba muy bien, aunque no quise hacer una lectura obligatoriamente auto referencial. Es un juego violento, una matanza de animales carnívoros y personajes de comics o de películas de dibujitos animados. Por ejemplo una pelota de basket pintada, que parezca divertido, que de sensación de desorden, pero que tenga a la vez una mirada plástica, estética. Una silla llena de mocos verdes. La pared está repleta de cartas de truco, de High School Musical, de dinosaurios y de los power rangers. Y en medio de todo esto un poster de los Simpsons y una foto de “La última cena” en juguetes Lego. Un motivo religioso que se repite en una mesa que viene inmediatamente después en la otra escena de la sala”.
¿Por qué los Simpsons?
“Por la simultaneidad, muchas cosas pasando al mismo tiempo y además habla de este tipo de familia. Están desayunando pero cada uno está haciendo cosas distintas”

El espacio del adolescente está empapelado con un azul metalizado, fotos de zapatillas Niké. Una bicicleta que se va desramando, esquíes, una carpa un palo de hockey sobre patín. Un armario para guardar ropa sucia de donde salen remeras anudadas que penetran un aro de basket .

¿Qué consume el adolescente?
“Ya empieza con las marcas. En la pared la hay una chica rubia con un remera que dice Nike, es la parte un poco pajera de del chico de 13 años que empieza con una cosa masturbatoria”.
Es un imaginario de cosas un poco absurdas..
“Claro, como la estantería ubicada a 4 metros de altura con una planta, que al estar tan alta no se puede regar, o el velador en la misma situación.
El habitante de esta muestra empieza a consumir desde que es chico: los chicles, las figuritas, las cartas. Comer, consumir. En la mesa hay pastillas, es una insinuación a que tiene que empezar a estimularse, empieza el doping, las botellas de Gatorade y el consumo de drogas”
Tiene que estimularse….
Sí, y consumir drogas.

Pasamos a otra escena de la muestra. Hay una mesa de una especie de “ultima cena versión 2007”. Una tabla alargada, con 13 platos que contienen imágenes de Nike, Bart Simpsons, Björk, Scarlett Johansson, Brad Pitt, Mario Bross, Eminen, Mc Donald’s, hoja de marihuana, éxtasis, dos aviones que remiten a las torres gemelas, las dos chicas de Tatoo y un I Phone sobre la manzana mordida de Mac.

“La foto del I Phone sobre la manzana de Mac representa la comunicación, es un teléfono que todavía no salió al mercado. La foto la armé yo, está en el centro como si fuera Cristo, de alguna forma”

La mesa está sostenida por dos televisores, y abajo hay un super nintendo. De manera natural, cuando los espectadores adolescentes entran se ponen a jugar sentados debajo de un poster pegado en la tabla de la mesa con la imagen de Cristo en la que se lee: “Mírame y estaré contigo”.

En tu versión de la última cena ¿son todos personajes mediáticos?
Si, son personajes o imágenes que salen de la televisión. En uno de los monitores que sostiene la tabla se muestra un zapping que grabé de la televisión, y que comienza con la película “El club de la pelea” donde está Brad Pitt y cuenta la historia de un tipo que es un oficinista que compra todo lo que hay en un catálogo y termina volviéndose loco. Cambia y se pone en contra del sistema y tira abajo un edificio que tiene todas las cuentas bancarias de la gente de Estados Unidos. Él cambia pero sigue teniendo una misma pasión enloquecida. Como el personaje de mi muestra. Todo el tiempo vive momentos de intensidad.
Contame cómo imaginás a este personaje de tu muestra.
Clase social media - alta, por las marcas que consume.

Llegamos al ambiente del universitario, que tiene 20 años. Alfombra, una cortina con perlitas de plástico. Un ambiente un poco kitsch, oscuro, como algunos bares de la noche.

“El personaje se empieza a acercar a su zona más oscura. Hay un escritorio dado vuelta pintado de amarillo, con diferentes situaciones. Botellas de cerveza Stella Artois y Heineken, apoyadas, como después de una fiesta íntima con pocas personas que tomaron mucho, colillas de cigarrillos, cajas de Camel, latas de Quilmas, cenizas.
También hay un cajón con apuntes y muchos lápices que están penetrando el cajón. Preservativos colgando, y un espejo con tela de leopardo. Muestra que empieza a consumir pornografía y no le importa mostrarla. En otro mueble
hay un vidrio, una luz negra y una balanza con un espejo y unas cerámicas plateadas. Es un altar de la cocaína”

Finalmente pasamos a la etapa del adulto de 40 años. Es una oficina repleta de planillas con números, cables, computadores, y los fetiches de deseo están más ligados al poder económico. Hay estanterías con objetos pintados de dorado como el celular V3 Dolce Gabana, un libro de “modern marketing” y la foto de fundas dentales de diamantes.Y un inquietante mueble con cuchillos clavados.

“En la idea de mutilarse, de autodestrucción, de este hombre clavándose sus propios cuchillos, pero bueno….la idea ya está en la oficina, esa destrucción y ese desorden que es algo que le pasa interiormente al personaje que tiene algún tipo de dolor, del cual no es consciente. No puede más.
En la última cena donde comienza la instalación de la muestra, es el momento previo a la pasión, al desencadenamiento de la catástrofe. Y lo que sigue es como la documentación de la tragedia personal de una vida”.

¿Cuál es para vos alguna parte importante, que sea clave en la interpretación de tu obra?
La frase en el poster de Cristo, “Mírame y estaré contigo”, porque sintetiza lo que es hoy el arte contemporáneo.

miércoles, 4 de julio de 2007

Ana Vogelfang y lo que podría estar pasando por Eva Grinstein


Nos cuesta distraer la ley y probar otras formas de mirar: lo primero que se le pide a una imagen figurativa es que cuente una pequeña historia. Después, la mayoría de las veces, también se le demanda que la historia funcione en sus capas como colchón para que el espectador pueda tirarse a encontrar referencias, identificación, evocaciones y todo lo que sea capaz de proyectar. Es el gran costo de la figuración. Representar, no sólo presentar; decir, no sólo mostrar.
Desde el principio Ana, igual que más tarde esos hipotéticos espectadores, se interroga sobre las personas que aparecen en sus cuadros, cuadros ahora crecidos en realismo si los comparamos con otros anteriores. Aunque sabe perfectamente de dónde salieron –del libro de un fotógrafo amado, de una revista hojeada por casualidad, de la web, de fotos familiares– mira esos rostros y a veces no los reconoce. Tengo algo con la paranoia, dice cuando empezamos a hablar del título que eligió para la muestra. Conspirativa es la teoría y también, casi sin que nos demos cuenta, la práctica, teñida por las preguntas tácitas acerca de lo que podría estar pasando. El pánico está de moda pero el futuro es paranoico.
Ana pinta rodeada de cuerpos y de varias caras con ojos que se le clavan; están los del chico con disfraz de reno, los de la hermanita cambiando los dientes, los de una mujer camuflada junto a unos vasos de vidrio (alguien ahí ve tragos perfumados y yo, brotes que esperan la tierra). Son miradas que se enrarecen mientras se las mira y que podrían esconder cosas ocurriendo detrás de escena. Rápida y fresca en los murales, más lenta y dubitativa en las telas, la mano de la pintora dibuja sin miedos de escala y sin pretensiones de retratista. Estos retratos no quieren parecerse a nadie, del mismo modo que el color y la línea no se desesperan por mantener esa uniformidad serial que identifica a un autor coherente. Hay una cierta predilección por las cejas, tal vez. Y, desarmando estándares, unos tonos que pueden vibrar, opacarse o diluirse, volverse densos o desnudos según la necesidad de cada cuadro.
Alguna vez, hace unos cuantos años, me contaron sobre un artista que terminó de montar su exposición, se quedó solo en la galería, puso música y bailó como un loco entre sus cuadros iluminados. Me pregunto qué haría Ana, sola entre las paredes altísimas de Appetite, a merced de estas pinturas y de las historias que (ella también: es la ley) imagina.


Eva Grinstein
junio 2007

martes, 3 de julio de 2007

Millones de formas de estar desnudos por Cippolini

Apuntes sobre Fantasy, de Yamandú Rodríguez


Podríamos comenzar por definirnos así: somos la única especie (animal o no) que se desviste. Por supuesto, nos resulta tan imprescindible ponernos la ropa como sacárnosla. Es algo que todos hacemos millones de veces a lo largo de nuestras vidas. Algunos fanáticos (los nudistas) proponen una economía al respecto, que no es nada distinto al diseño de un pacto diferencial con nuestras anatomías.


¿Nos vestimos para desvestirnos o al revés?


Sin embargo, hay quienes se encargan de fabricar dispositivos para eternizar el ritual y multiplicar sus efectos y sentidos. Cada uno centrífuga en su memoria, en nuestro personal banco de imágenes, decenas de estéticas que la industria del desnudo capitalizó durante décadas y décadas y desde todos los medios imaginables. Examino rápidamente mi cabeza y enseguida enumero un staff multiforme en el que se entremezclan los heterogéneos estilos de Betty Page, Playboy, Divito, Armando Bo, Pier Paolo Pasolini, Guido Crepax, Russ Meyer, Tinto Brass, Antonioni, la tapa de Electric Ladyland de Hendrix, Milo Manara, Moana Pozzi (¡cuantos italianos!), Stanley Tunick, Traci Lords, Altuna y muchísimo hentai, para citar sólo unos pocos ejemplos que barajan a discreción el más alto arte con el kitsch sexuado.


La imaginación hace el resto.


El casting de Yamandú Rodríguez nos vuela la cabeza precisamente por eso: vuelve doméstica la sensación de que no existe una desnudez, sino millones.


Ya lo sabemos: cada cuerpo enuncia lo suyo y no hay nada que eluda su manifestación. Como señala Angela Carter “nuestra carne nos llega desde la Historia, como todo. Podemos creer que copulamos libres de todo artificio social; en la cama hasta nos parece tocar los fundamentos mismos de la naturaleza humana. Pero nos engañamos. La carne no es un universal humano irreductible.”


Nos quitamos la ropa, toda la ropa, y no nos despojamos de nada. Todo permanece en su sitio: las dificultades psíquicas y morales de nuestra clase social, las peripecias de nuestras familias, las dudas, nuestros deseos sexuales y existenciales, la ansiedad y el temor, los zigzagueos de nuestras biografías, nuestras oscilaciones económicas, no hay nada que no pueda leerse en nuestra piel, en nuestros pliegues, cavidades y miembros. Una enorme mayoría de nuestras elecciones permanecen culturalmente inscriptas en esta, nuestra materia.


Hasta donde tengo noticia no existe aún ninguna Historia Cultural del Desnudo, es decir, un relato entre enciclopédico y antropológico que pueda leerse como la inversión exacta de Le Costume Historique - aquellos clásicos seis volúmenes de Albert Racinet publicados a fines del siglo XIX-, o sea, ya no una narración plural de las formas y costumbres del vestirnos, sino más exactamente sobre las peripecias y estrategias del desvestirnos.


Bueno, sin esta promesa jamás hubieran existido los voyeurs.


Así es: los atuendos nos singularizan, nos constituyen, organizan las maneras sociales en las que seremos visualizados, entendidos, interpretados y hasta valorados. Las prioridades de nuestros desvestirnos son aún más enfáticas; con ellas una y otra vez subrayamos la axiología de cómo nos inventamos, la complexión última del personaje que interpretamos.


La publicidad del rito incentiva su masificación. Parémonos sólo unos minutos frente a cualquier kiosco de revistas de la ciudad: los desnudos, ya parciales o totales, vencen. Abruman numéricamente. Lo mismo que las películas, excepcionales son aquellas que no lo incluyen.


Por esto mismo, singularizar esta situación es uno de los mayores desafíos que puede elegir un artista.


Creo recordar que en uno de sus carnets Michel Tournier se refirió a ciertos indicios de desnudez que se descubren en los retratos de una cara; diversamente Yamandú (de quien adoptamos su nombre de pila, como ya hicimos con Macedonio, Beck o Björk) propone que examinemos -como si se tratara de un iceberg- la porción que habitualmente creemos más sumergida. Es el gesto que determina la separación de los hemisferios: lo público nos encuentra cubiertos de aquello de lo cual nos despedimos con el íntimo movimiento de despojarnos de todo lo que obstaculiza la observación de nuestra piel.


Nos desvestimos para nosotros mismos, incluso cuando lo hacemos para otros.


Seguramente desobedeciendo la intención de su autor, las mejores imágenes de Yamandú nos disparan hacia el ranking invulnerable de nuestra memoria afectiva. El mío es elemental y moderno, un top two: L'origine du monde, la pintura de 55 x 46 cm que Gustave Courbet pintó en 1866 (un escorzo del cuerpo de su amante, la pelirroja Joanna Hiffernan, donde el sexo ocupa el primer plano) por encargo para Jalil-Bey, embajador turco en París y que mitificaron desde Théophile Gautier a Jacques Lacan, quien compró la obra como obsequio para su mujer Sylvia, así como la canción Chelsea Hotel nº 2 que Leonard Cohen escribió rememorando un encuentro con Janis Joplin que hoy es leyenda y poema.


Es decir, un título que lo dice todo (la mejor lección de retórica) y un par de versos que me perseguirán por lo que me reste de vida.


Rafael Cippolini
curador invitado
Otoño de 2007